Se cumplen 90 años de la inauguración de los antiguos almacenes SEPU en Barcelona, un centro comercial que fue símbolo de una época y elemento identitario de la Rambla. El 9 de enero de 1934 por los empresarios suizos de origen judío Henry Reisembach y Edouard WormsLa constituyeron en Barcelona la empresa Sociedad Española de Precios Únicos (SEPU) con un capital social de 3 millones de pesetas. Su objetivo era, textualmente, “la explotación de almacenes para la venta al por menor de toda clase de operaciones financieras, comerciales o industriales por cuenta propia o de otras entidades”, El primer gran almacén se abrió en Madrid en agosto de 1934, en un edificio de inspiración francesa en la Gran Vía que perteneció diez años antes al almacén Madrid-París. En el número 120 de la Rambla dels Estudis fueron adquiridos unos terrenos que antaño ocuparon unos jardines pertenecientes al Palau Moja cuyo propietario el marqués de Comillas vendió previamente. Allá el arquitecto Ricard Churruca erigió para los nuevos almacenes un edificio de estilo neoclásico, de dos plantas más subterráneo. El conjunto se completó con la adquisición de una logia obra del arquitecto Antoni Rovira i Trias erigida en 1856. Tenía una superficie de 2.500 metros cuadrados. Finalmente, un año después de Madrid, el 26 de marzo de 1935 a las 15:00h se inauguró la sucursal barcelonesa. Las oficinas centrales se hallaban en la Via Laietana.
Aunque algunas fuentes aseguran que la idea inicial era la de configurarse como un gran almacén, desde el principio adoptó la fórmula del almacén popular, que estaba alcanzando en esos momentos en Europa un gran desarrollo y una enorme rentabilidad y que parecía más apropiado a las características de la sociedad española. Por este motivo en sus inicios el negocio destacó por su política de vender productos a precio único, más bajo que la competencia, de ahí que llegó a definir su popular eslogan “Quien calcula compra en SEPU”. Siendo un caso muy parecido al practicado por los almacenes Woolworth, ofrecían una amplia variedad de productos en un mismo edificio y establecían un precio único, pues todos los artículos costaban entre 1 y 5 pesetas. A todo ello fueron ejemplo de modernidad al convertirse en los primeros almacenes de la ciudad, junto con los almacenes Jorba, en dotar de escaleras mecánicas. Tenían distribuidos los productos en secciones por las diferentes plantas. No existía una clara especialización, pues en la planta sótano se encontraban objetos de regalo, cristal y porcelana, accesorios de baño y cocina, electrodomésticos, ropa de cama, toallas y flores; en la planta baja, perfumería, bisutería, marroquinería, fotografía, maletas, bolsos, deportes y ropa de hombre y mujer; y en la planta primera, confección, ropa de niño y bebé, ropa interior, papelería y juguetes de campo y playa.
Los propietarios, al residir en Suiza, la que la propiedad estuvo siempre separada de la gestión, de manera que los primeros nombraban a un director general y éste a su vez a los directores de cada centro, pero no intervenían directamente en la gestión del negocio.
Al poco tiempo de su apertura sufrieron una campaña de difamación antisemita orquestada por el partido político Falange Española, en cuyo diario “Arriba” acusaba directamente a la empresa de explotar a sus empleados incluso asegurando en sus artículos de que gozaban de privilegios gracias a algún tipo de complicidad con el poder y de que existía una conspiración judeo-masónica. No obstante, estaba comprobado de que las condiciones laborales de los trabajadores eran buenas, con una jornada laboral de 8 horas y un sueldo digno.
Al estallar la Guerra Civil sus propietarios se alinearon con el bando republicano y permitieron que la fachada sirviera para anunciar propaganda. Ya en la postguerra, tras ser utilizados los almacenes por parte del llamado Auxilio Social, la situación se normalizó y la empresa pasó a manos de la familia suiza Goetschel, herederos de los fundadores. Los almacenes mantuvieron su rentabilidad ya que estaban dirigidos a una clientela de clase media o media-baja con una gama de precios populares. El sistema de precio único que les dio la fama fue definitivamente sustituido por el de precios variables como el de otros centros comerciales. Los años cincuenta fueron prósperos y se efectuaron reformas en lo referente a iluminación, calefacción y sistemas de seguridad. El sistema de electricidad se reforzó mediante un sistema de autoalimentación en caso de fallo del suministro exterior. El aire acondicionado y la calefacción distribuían aire tratado, a través de canales de obra de fábrica de ladrillo enyesado, caldera de gasoil, compresores, condensadores y humificadores de aire, por medio de recirculación del agua. Se dispuso, además, de un sistema generalizado y estudiado de seguridad contra incendios para evitar posibles catástrofes. En cuanto al exterior en 1953 el arquitecto Francesc Mitjans Miró efectuó una reforma en la fachada para ampliar el espacio dedicado a escaparate.
A partir de los años sesenta, el empuje y competencia de grandes almacenes como El Corte Inglés y Galerías Preciados supuso una seria competencia que originaría el inicio de una lenta decadencia reforzada con la crisis del petróleo en los años setenta. La razón fue que, pese haber nacido bajo un concepto nuevo no supieron avanzar hacia los deseos del cliente, como fue ofrecer un precio bajo pero con un diseño atractivo y moderno. Por ello se vieron obligados a buscar créditos bancarios y a endeudarse con la Seguridad Social para poder hacer frente a sus pagos. Si en 1973 la empresa disponía de 955 empleados, en 1982 era de 521 y sólo un año después únicamente un centenar. En 1984 declaró la suspensión de pagos en 1984 y una década más tarde, ante el progresivo e imparable descenso de las ventas se encarecieron los préstamos solicitados. Finalmente, tras fallar en la reestructuración de la deuda, la empresa cerró en septiembre del 2000. Ya al inicio del nuevo siglo XXI fueron vendidos al holding australiano y británico Partridge & Company con la intención de ampliar capital y de reflotar la situación mejorando la logística. Sin embargo la remontada nunca fue posible y acabaron por cerrar en 2002 las dos últimas sucursales de Madrid y Zaragoza, con deudas acumuladas superiores a los 13 millones de euros.
Posteriormente el edificio se aprovechó para otros usos, si bien ningún negocio tuvo larga duración. Así, en 2003 abrió el restaurante de diseño Attic el cual, tras cerrar sus puertas le sustituyó en 2015 el primer café oficial de la NBA de Europa, el cual se vio obligado a cerrar en 2020 con motivo de la pandemia. También llegó a abrir una óptica, una tienda de ropa y una tienda de deportivas Nike. En la actualidad parte de la planta baja acoge una tienda de ropa y calzado tipo outlet de la firma Bata. Con la reforma de la Rambla es un deseo encomiable que el edificio acoja algún uso comercial o cultural que permita reaprovecharlo y darle un nuevo impulso, convirtiéndolo nuevamente en un elemento identitario del paseo barcelonés.
Fotos: Jordi Subirana, Manel Armengol, www.gastronomistas.com.